23 de enero de 2021

3.


(Carta de amor).


No hubiese creído ni a Dios, por mucho que hubiese bajado aquí para decirme que, en el hueco de una clavícula, me iba a sentir a salvo, después de haber llorado en tantas costillas rotas. Aunque todavía le pregunto si lo merezco de verdad.

Mientras, una boca me besa la frente, una mano se levanta y me acaricia el pelo. No hay crujido seco en las muñecas; no aparece el moretón.
Me hace el amor, y no sé si lloro porque dice que me quiere o porque me acabo de correr. Pero entonces, creo.
Y le amo.
Y perdono; juro que ya no me duele. 


Le huele el cuello a camomila y, hundida ahí, siempre es verano.











 

No hay comentarios:

Publicar un comentario